Diez meses después de que se iniciara la campaña 2021/22, el Ministerio de Agricultura cifra la producción en 40.047.578 hectolitros de vino y mosto, obtenidos de 5,41 millones de toneladas los kilos de uva. Una cosecha inferior en 6.445.226 hl y un 13’9% y 786.503 toneladas y un 12’7% a la del 2020/21.
Volumen que incluye también la producción para autoconsumo y difiere ligeramente del dato publicado por el Infovi y que, en su último informe correspondiente al mes de marzo, cifraba la cosecha de uva de vinificación en 5’308 millones de toneladas y en 39’357 millones de hectolitros los vinos y mostos elaborados.
Discrepancia que, considerando el tiempo transcurrido desde que se iniciara la campaña, hasta su publicación en el boletín mensual sobre Avance de Superficies y Producciones Agrarias, es una nimiedad. Esperar diez meses para publicar un “avance” de producción completo y detallado resulta totalmente rocambolesco y no hace sino justificar la demanda que, históricamente, ha venido haciendo el sector sobre una información estadística de calidad y en tiempo que le permita adoptar decisiones de gran importancia en su estrategia comercial. Afortunadamente la puesta en marcha del Infovi, con sus pequeños matices, ha permitido disponer de una información válida y operativa, características de las que carece el Avance.
Algo más relevante resulta la información publicada por la Comisión Europea y que está referida a la evolución de la superficie vitícola de la UE con la aplicación del sistema de autorizaciones de plantación de viñedo de la campaña 2014/15 a la 2019/20. Donde se puede comprobar que España es el país que, después de Hungría y Eslovaquia, más superficie ha perdido (14.220 ha) un 1’48% en este periodo. Manteniéndose como el primer país, con 944.476 ha, seguido de cerca por Francia con 813.505 y un aumento de 7.725 ha; e Italia con 671.139 ha que se sitúa como el país que más crece con un 5,25% y 33.505 hectáreas.
La importancia de estos datos no está tanto en las cifras, como en lo que pudieran llegar a representar. Pues si aspiramos a hacer de este sector un negocio interesante que atraiga la atención de nuestros jóvenes y el tejido empresarial necesario para sustentarlo, debiéramos comenzar por preguntarnos si esta evolución así lo constata.
Es cierto que España sigue siendo el primer país por extensión de viñedo ecológico, que está creciendo a marchas aceleradas y que no hay joven viticultor que no lo haga bajo estas condiciones de cultivo. Pero también es verdad que la valorización de nuestros productos vitivinícolas no acaba de llegar, que son pocos los jóvenes que se acercan al sector y que perder hectáreas no es precisamente sinónimo de bonanza y apuesta por el futuro.