Sin ningún género de dudas, el consumo per cápita en España es el asunto que más ocupa y preocupa al sector. Producir sin que lo que elaboras llegue a tener un reconocimiento en el lugar en el que lo haces es tanto como quedarse a medias.
Sabemos que el consumo de vino, como el de cualquier otra bebida alcohólica, está sujeto a factores que poco o nada tienen que ver con su calidad, que aspectos ligados a los momentos de consumo, presentación, representación o modas, pesan mucho más que la propia calidad. Y qué vamos a decir de la tradición: un valor poco reconocido por los jóvenes y que, cuando lo hacen, no siempre es para bien.
Nos pasamos la vida preguntándonos cómo podemos hacer por atraer a los nuevos consumidores. Incluso cada vez más, en un ejercicio, que en algún momento deberemos hacer con algo más de profundidad de lo que lo hemos hecho hasta ahora, hemos llegado a cuestionarnos si no estaremos errando el tiro y gastando ingentes cantidades de fuerza en acercarnos a unos consumidores que carecen de los elementales valores para entender el vino, como lo entienden las generaciones de consumidores actuales de vino, y si no sería más adecuado incrementar la frecuencia de los que ya lo hacen.
En nuestro afán por encontrar esa piedra filosofal sobre la que sustentar nuestra recuperación del consumo, soñamos con cambiar el mix entre mercado interior y exterior y darle el protagonismo que merecería en el primer país del mundo por superficie vitícola en cultivo tradicional, pero también en ecológico, el segundo este año en producción, aunque ese aspecto sea, estrictamente, algo coyuntural. Y, lo más importante, un país en el que el Vino juega un papel protagonista en su forma de vida; por encima de cifras y cualidades.
Al mismo tiempo, nos devanamos los sesos intentando encontrar ese mensaje con el que hacerle llegar a los consumidores que somos el país más rico del mundo, pero que nuestros vinos tienen los precios más bajos de todos los países productores y que, con esos condicionantes, el futuro de una parte muy importante nuestro sector, como es el viñedo, corre el peligro de industrializarse y perder ese valor que lo ha hecho diferente y le da argumentos a empresarios provenientes de otros sectores de acercarse al vino e invertir sus dineros y buen hacer empresarial en el sector. Aunque no siempre hayan acabado entendiéndolo y las experiencias hayan resultado sonoramente calamitosas. Pero también los ha habido que sí han sabido hacerlo y han permitido respirar aire puro, romper incluso algunos tópicos fuertemente arraigados y demostrar que no solo se pueden hacer las cosas de una forma diferente, sino que, también, de una forma exitosa.
Pero, para todo esto y, para cualquier otra cosa que se quiera hacer con la mínima posibilidad de éxito exigible a cualquier proyecto, hace falta una información precisa, veraz y actualizada. De la que, después de enormes esfuerzos, podemos decir que, aunque siempre mejorable (especialmente en algunos aspectos muy concretos como el tema de las estimaciones de vendimia), hoy en día disponemos gracias al Infovi y resulta accesible gracias a la Interprofesional, cuyo esfuerzo en este sentido poco se conoce y menos se reconoce. Cuando resulta fundamental.
En estos días atrás, el propio OEMV, ha remitido una Nota de Prensa en la que decía que “España ha vuelto a superar en septiembre de este año el umbral de los 20 litros por persona y año, que no alcanzaba desde hace 12 meses”. Información totalmente desconocida para la gran mayoría de los consumidores y muchos medios de información generalistas y extremadamente esperanzadora para los que sí estamos familiarizada con ella por lo que se refiere a la posibilidad de seguir creciendo en el corto plazo hasta superar los 23,4 litros que marcó diciembre del 2019.