Muy posiblemente, si nos preguntaran cuáles son las carencias de nuestro sector y cuáles los puntos sobre los que sería necesario incidir de manera importante y perentoria en los próximos años, los relacionados con la tecnología, no se encontrarían entre ellos. La gran inversión realizadas en los últimos años por nuestras bodegas y el gran nivel formativo de nuestros técnicos nos sitúan entre los más destacados y, aunque siempre es necesaria una inversión y una adaptación en cualquier empresa, no puede decirse que sea este un tema que lastre nuestra competitividad en los mercados y se encuentre en él la justificación a los bajos precios de nuestros elaborados, especialmente en exportación.
Y, a pesar de ello, si queremos asegurarnos una ausencia total y absoluta de posibilidades de ser competitivos en un futuro, más o menos inmediato, en el panorama internacional, bastaría con dejarnos llevar por la desidia, confiarnos en lo que hemos conseguido y olvidarnos de asuntos de gran importancia para el futuro de la competitividad de nuestros viticultores y bodegueros.
La tecnología ha avanzado mucho en estos últimos años, herramientas que hasta hace apenas una década no estaban al alcance más que de unos pocos hoy están dentro de las posibilidades de “cualquiera”. Pero, retos como hacer frente a los profundos cambios sociales, de consumo, económicos y de movilidad, entre otros muchos, hacen de la innovación un valor sobre el que pivotan muchas de nuestras posibilidades de dar ese paso al frente y elevar el valor de nuestros productos, verdadera asignatura pendiente del sector.
Pretender abordar la cuestión sin una visión interdisciplinar es tanto como condenarse al fracaso antes de empezar. Hacerlo de manera coordinada que asegure la creación de sinergias y sea capaz de trasladar sus efectos más allá de la estricta concepción empresarial de una explotación agraria o una bodega, un deber sectorial que ha sabido entender y asumir la entidad que debe representar a todo el sector, como es la Interprofesional del Vino de España.
Bajo el título de Agenda Estratégica de Innovación era presentado ante el Ministerio de Ciencia e Innovación un documento que aspira a convertirse en referencia para el sector y recoge los pilares de estrategia para el desarrollo de los proyectos de I+D+i. En él y bajo seis áreas de interés se intenta abarcar toda la cadena de valor del vino abordando temas relacionados con la Viticultura, Procesos, Producto, Sostenibilidad y Cambio Climático, Salud y Economía Vitivinícola.
Para asegurarse un correcto desarrollo de todos estos proyectos y garantizarse el acceso a las fuentes de financiación que desde Europa existen, se ha ido de la mano de la Plataforma Tecnológica del Vino, quien ha conseguido elaborar una Agenda que supone un hito para el sector y permitirá afrontar los cambios que demanda el vino español en su búsqueda de valor.
Dos temas de actualidad: la reciente revisión de la normativa sobre envases y residuos, que afectaría a la utilización de plásticos de un solo uso o el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de Envases (SDDR) que, aunque hoy no incluye al vidrio, podría llegar a hacerlo; y que podría acabar suponiendo un aumento de los costes para las bodegas que acabarían repercutiendo en el precio del producto. O la obligatoriedad de indicar en el etiquetado el listado de ingredientes, información nutricional, pautas de consumo responsable e información sobre sostenibilidad y que el sector pretende solucionar con una tecnología QR de etiquetas electrónicas; serían buenos ejemplos de los innumerables retos a los que nos enfrentamos.