Poco a poco van generalizándose unas vendimias caracterizadas por un ligero retraso sobre las fechas de los últimos años. Lluvias y la sucesión de días de altas temperaturas con otros de un calor contenido, han provocado que las primeras labores de vendimia estén resultando bastante heterogéneas, encontrándose los consejos reguladores con más complicaciones de las que eran habituales en años precedentes a la hora de poder fijar la fecha oficial de inicio.
Uno de los aspectos que más preocupaba, los numerosos y generalizados focos de enfermedades criptogámicas, especialmente mildiu, que estaban teniendo lugar en prácticamente toda la geografía, parecen haberse frenado a tiempo. Y, si bien la cantidad no podrá ser recuperada y generará pérdidas sustanciales de cosecha, al menos, lo que sí parece estar a salvo es la calidad de la vendimia. En términos generales, muy buena.
Cosecha que, considerando las grandes dudas que todavía pesan sobre cuál será la evolución del mercado durante los próximos meses y si la normalidad deberá aplicarse con algún que otro condicionante que acabe afectando a la tradicional forma de consumir en nuestro país; se presenta bastante equilibrada y suficiente para facilitar la salida ordenada de los excedentes que las bodegas tienen almacenados.
Mucho menos equilibrado parece estar siendo el mercado de las uvas. Para el que estas incertidumbres están pesando mucho y llevando a las bodegas a sostener posiciones comerciales extraordinariamente prudentes en la fijación de sus cotizaciones. Todos valoran la cosecha de “suficiente” como para no ir a provocar tensiones en el mercado y trasladar las incertidumbres al del vino, abasteciéndose de uva en estos primeros compases de campaña, lo que explicaría que precios de uvas y vinos no resulten muy coherentes. Con una recuperación en los vinos, más o menos, importante y unos precios contenidos en las uvas.
Situación que está poniendo en evidencia la escasa utilidad de algunas de las leyes aprobadas y en base a las que los viticultores confiaban en desterrar precios por debajo de los costes de producción y que la realidad está demostrando mucho más complicado que la mera fijación de los mismos por parte de unos expertos.
Caídas en la producción que se confirman en los principales países, con estimaciones de cosecha que dejarían la cosecha italiana en los 44’546 millones de hectolitros (-9’21%) según la Asociación de Enólogos, la UIV y el Ismea. Siendo de destacar lo sucedido en la Toscana o Lombardía, con pérdidas del 25’31% y 19’99% respectivamente, mientras que Sicilia aumentaría el 8’91% y la Puglia apenas perdería el 5%.
Mientras que la agencia ministerial francesa Agreste sitúa la suya en los 33’328 Mhl (-28’97%) con una fuerte caída en los vinos sin indicación de calidad (antiguos vinos de mesa) que elevarían la pérdida hasta un 30’48% con respecto el año pasado.