Hay que reconocer que no es sencillo encontrar un tema que nos ayude a superar esos nubarrones que nos acompañan desde marzo y que nos han llevado hasta una situación preocupante, muy preocupante, en todos los sentidos. Pues, la presión hospitalaria desaparecerá, pero el virus dejará secuelas en un importante número de las personas que hayan sufrido la enfermedad; la economía volverá a una actividad normalizada, pero muchas empresas y empleos se habrán quedado en el camino. Incluso el sector vitivinícola recuperará el consumo en el canal de la hostelería y la restauración; y una parte, todavía por determinar, de lo mejorado en la venta online y el hogar, permanecerá y permitirá mirar al consumo aparente con optimismo. Pero en este lapso de tiempo, a una buena parte de ese vino no consumido habrá que buscarle una salida que no sea la de almacenarse en unas bodegas totalmente incapacitadas para asumirlo, ni por espacio, ni por capacidad financiera.
Aun así, debemos mirar al futuro con cierto optimismo y plantearnos la posibilidad de poner en valor algunas de las características que definen históricamente nuestros vinos y que en estos meses han adquirido notable relevancia. Sabíamos que la población cada día se mostraba más preocupada por todo lo relacionado con la salud. Queremos vivir más y mejor y el vino, con no ser recomendable su ingesta con tales fines, si aporta efectos contrastados y evidentes muy positivos si se consume con moderación y se huye de acumulaciones en momentos muy concretos, como pudiera ser el de fin de semana. Si lo consumimos como una forma de relajarnos y disfrutar del momento de una copa con la familia o amigos, ¿qué mejor que hacerlo dos o tres veces por semana, después de la jornada laboral y poniendo en valor eso que tanto echamos ahora de menos que es la socialización?
También nos sentimos altamente comprometidos con el medioambiente y asumimos, de una forma más notable desde la pandemia, que debemos hacer algo por preservar el mundo en el que vivimos y evitar dejarles un planeta peor a nuestros hijos del que nos encontramos de manos de nuestros abuelos. El viñedo es uno de los cultivos que mejor responde a este tipo de actividad capaz de desarrollar la sostenibilidad y la economía circular que genera.
Hemos tomado consciencia de la importancia de la digitalización en nuestras vidas. Haciendo posible no solo la conexión en lugares donde hasta ahora carecían de infraestructura para ello, sino que hemos asumido que es posible trabajar de otra manera en la que no sean necesarios tantos viajes con el consumo de tiempo y recursos que ello representa, imponiéndose el teletrabajo donde se creía imposible y demostrando que el tamaño de las empresas, con seguir siendo un valor importante, ha perdido parte de su protagonismo.
Somos un gran sector, disfrutamos de valores muy actuales, contamos con una gran calidad en nuestros productos y disponemos de medios y organizaciones para poder dar ese pequeño salto que nos falta para poner en valor nuestros vinos.
Estos tiempos pueden ser una gran oportunidad que solo de nosotros depende no dejemos perder.
Gran parte de los vinos españoles están hechos con variedades francesas no apropiadas para nuestro clima y esto ha perjudicado el prestigio del vino español, que se está exportando a un precio vergonzoso.