Este año no ocurre como en otros, en los que la superación del Día del Pilar suponía la disposición de una información relativa a las vendimias en España, mucho más precisa. La conclusión de los trabajos en la gran mayoría de los territorios permitía acercarse a la cifra de la cosecha con mucha más precisión de aquellos primeros vaticinios de las primeras semanas de septiembre en las que los aforos realizados en los viñedos o las notas de prensa de los operadores, contenían un alto grado de provisionalidad que, por más que en nuestras estimaciones procurásemos conjugar para acercarnos lo máximo posible a la realidad del momento, no siempre era fácil superar.
Quizá por las medidas puestas en marcha en las últimas semanas de la pasada campaña, referentes a la destilación de crisis, la inmovilización mediante los contratos de almacenamiento a largo plazo, o la vendimia en verde. Así como la limitación de rendimientos que muchas (que no todas) de nuestras indicaciones de calidad incluyeron en sus normas de campaña, hayan contribuido a este cierto descontrol.
Quizá haya sido el motivo el gran temor con el que desde el sector productor se mira la campaña 2020/21, plagada de grandes incertidumbres sobre cuál será la evolución del mercado y las verdaderas posibilidades de darle salida a sus existencias que, con no ser tan diferentes a las de los últimos cinco años, cifra en la que se encuentra el volumen a partir del cual es posible establecer medidas excepcionales, preocupa mucho a los operadores.
Quizá la enorme provisionalidad que envuelve cualquier decisión, en cualquier ámbito de nuestra vida, que se ha visto fuertemente afectada por una situación nunca antes vivida y sobre la que cada día nos sorprenden quienes tienen la capacidad de imponer medidas, con nuevas restricciones que siempre tienen el efecto de disminuir el consumo en bares y restaurantes ante el mantra de que hay que controlar la vida social.
Quizá por tratarse de un sector con escasos recursos, que lo hace altamente vulnerable a la inestabilidad y limitadamente capacitado para tomar medidas que vayan en la dirección de autorregularse.
Quizá porque unos y otros intentan forzar la situación y aprovechar este momento de incertidumbre para salir lo menos perjudicados posibles.
El caso es que, ahora mismo, todavía no podemos decir si estamos hablando de una cosecha de cuarenta y dos millones de hectolitros, o de cuarenta seis. Muchos millones de diferencia para un año en el que con las medidas excepcionales a las que antes hacía referencia, dedicamos cerca de noventa millones de euros para retirar, definitiva y temporalmente del mercado cuatro millones de hectolitros. en nuestro país y 305 millones de euros en el conjunto de la Unión Europea.
Sea por lo que fuere, parece, cada vez más claro, que nos enfrentamos a una campaña extraña, en la que las cifras tendrán un carácter más orientativo que nunca sobre lo sucedido y menos premonitorio sobre lo que nos enfrentamos.