No sé si pesan más los días o el constante goteo de medidas que van haciendo más difícil el confinamiento de una población que tiene sobre sus cabezas una pesada “Espada de Damocles”, personalizada en un tejido empresarial que el Gobierno ha decidido poner a hibernar durante doce días.
Entrar a discutir sobre la conveniencia de esta medida por la que se regula un permiso retribuido recuperable para las personas trabajadoras por cuenta ajena que no presten servicios esenciales, con el fin de reducir la movilidad de la población en el contexto de la lucha contra el Covid-19; no es, ni debe ser objeto de esta editorial. Tiempo habrá para ver si las consecuencias sobre el sector vitivinícola que se derivan de esta medida, y el resto de las adoptadas con motivo de este estado excepcional de alarma, han resultado adecuadas y proporcionadas.
De momento, lo que debemos hacer entre todos es entender que es obligación nuestra la de intentar adaptarnos. Nosotros, pero también (especialmente) nuestras empresas, a esta situación y hacerla lo más llevadera posible. Manteniendo la confianza en que la recesión económica que se nos viene encima tenga forma de “V” y no de “L”, como fue la derivada de la crisis financiera del 2008 y de la que todavía quedan trazas en nuestras pequeñas empresas.
Hasta ahora, la información que vamos recibiendo es un tanto contradictoria, pues mientras desde el sector productor se nos transmite una paralización casi absoluta de la actividad; la recibida desde la distribución es la contraria, con un crecimiento en las ventas vino, que han aumentado de forma muy considerable. Aquí, cada uno tendrá que valorar qué es para él “considerable”.
Una buena explicación a lo que está sucediendo con estos mensajes la podríamos encontrar en estudios como el que hará público en los próximos días la Organización Interprofesional del Vino en España (OIVE). Elaborado por el Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) y bajo el título “Estimación del consumo del vino en España”, pretende acercarse a conocer, con cierto grado de detalle, el consumo real de vino en España. Detallando no solo el consumo per cápita estimado, que cifra en 20,76 litros, sino incluso ir un poco más allá y, además de cuantificar su valor, concretar qué parte de ese consumo estimado tiene lugar en hogares, cuál en Horeca, y cuánto en un tercer canal compuesto por: vinotecas y tiendas gourmet, clubes de vinos, internet no “retail”, Canarias, venta directa y autoconsumo; del que hemos oído hablar mucho en estos últimos años, pero sabemos más bien poco, o nada. Tampoco se olvida de otro gran asunto como es el peso de los turistas en el consumo, que en número por encima de los 85 millones nos llevan visitando los últimos años y entre los que la gastronomía (en la que el vino juega un papel importante) es uno de sus principales motivos por el que nos eligen como destino. Un documento interesante al que deberíamos prestarle atención en estos días.