Altas temperaturas, un elevado número de horas de sol, escasa pluviometría y terrenos con una fertilidad media o baja; son unas condiciones que no podrían definirse como de muy esperanzadoras, pero son con las que contamos en España y a las que nuestros viticultores han tenido que ir adaptándose para encontrar la forma de producir y hacerlo con la máxima eficiencia y calidad. En el lado positivo de todo esto está la gran capacidad para producir de manera natural, sin el empleo de fertilizantes, fitosanitarios o sulfuroso en dosis más allá de pequeñas cantidades que se encuentren dentro de los márgenes establecidos para la certificación ecológica.
No en vano, las 113.420 hectáreas de viñedo ecológico con la que contábamos en 2018 en España nos sitúan como el primer país del mundo en cultivo ecológico vitivinícola, y creciendo.
Lo que, sin ningún género de dudas y al margen de las ideas que cada uno tenga y la sensibilidad y compromiso que muestre hacia este tema; representa un hecho diferenciador de gran importancia y con una gran proyección de consumo en las próximas décadas.
Los jóvenes consumen poco vino, se muestran reacios a hacerlo de una forma continuada y los valores que encuentran en él están bastante alejados de sus cualidades intrínsecas y mucho más cercanas a las sociales. Pero su preocupación por el medio ambiente, su concienciación por el respeto al ecosistema, su compromiso con la naturaleza, hasta sus propias necesidades fisiológicas de buscar productos que no pongan en riesgo sus, cada vez más frecuentes, sensibilidades y alergias alimenticias; hacen de los productos ecológicos un gran filón con el que acercarnos a ellos y ofrecerles productos ajustados a sus inquietudes y compromisos personales.
Castilla-La Mancha vuelve a ser en superficie inscrita la que cuenta con mayor número de hectáreas, 59.251,36. Pero es Castilla y León, con un aumento del 19,7% con respecto al año anterior la que proporcionalmente más crece. Siendo Extremadura (-13,5%), Galicia (-7%) y Murcia (-0,6%) las tres únicas autonomías que pierden superficie de viñedo ecológico con respecto a 2017.
Buena prueba de que el producto ecológico vende y encuentra un nicho de mercado al que resulta más sencillo llegar es, también, el incremento en el número de bodegas y embotelladoras de vinos y cavas bajo control, que ha aumentado en 94 hasta alcanzar las 1.033, superando la barrera mítica de las mil, con especial mención a Cataluña que concentra algo más de un tercio de todas las nuevas industrias bajo control.
Lástima que todo no sean tan buenas noticias pues si bien el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, se ha visto obligado a solicitar una nueva prórroga a la Unión Europea en la que poder llegar a un acuerdo para formalizar el Brexit, alejándose de esta manera la amenaza de una salida no negociada y caótica; su intención sigue siendo la de abandonar la UE lo antes posible, sin más vuelta atrás que la presión a la que tengan la capacidad de someterle la oposición a su Gobierno, sin descartar del todo la celebración de un segundo referéndum.
Pero, la que sin duda es la peor noticia de todas, es la entrada en vigor de los nuevos aranceles al vino tranquilo envasado con la que amenazaba la semana pasada la Administración Trump. De todos los países afectados será Francia la que con un comercio de 1.200 millones de euros en esta categoría sea la más afectada, estimándose, por parte de la patronal de empresas exportadoras de vinos y espumosos (FEVS), un descenso pronunciado en aquellas botellas con precio por debajo de los 15 dólares. Lo que, por otro lado, es una excelente oportunidad para aquellos países que no se vean afectados por la subida, caso de Italia, pero también por aquellos otros que, aun viéndose implicados, sus precios estén por debajo de los vinos galos. Como es el caso de España, que, si sabe gestionarlo convenientemente, puede convertir la amenaza en una gran oportunidad.