Después de unas pequeñas vacaciones, las cosas no han hecho sino empeorar. Pues si bien las estimaciones de producción que manejábamos a principios de este mes no han cambiado apenas, manteniéndose la horquilla de cosecha entre los cuarenta y los cuarenta y cuatro millones hectolitros. La paz y estabilidad en los precios que se auguraba en esas fechas, se han tornado en un fuerte torbellino de acusaciones cruzadas donde se mezclan demandas legítimas de unos y otros.
Es normal que, en los primeros coletazos de vendimia, con la fijación de los primeros precios de las uvas, las tensiones crezcan y cada una de las partes intenten hacer alarde de sus fuerzas en defensa de sus intereses legítimos. Así pues, escuchar que los precios a los que la industria aspira a hacerse con la producción de los viticultores están por debajo de lo admisible, que no cubren los costes de producción o que resultan abusivos ante la imposibilidad de permitir obtener una renta digna por su producción; es algo “normal”. También los argumentos de aquellos que defienden que los mercados no admiten subidas de precios en los vinos y que nuestra competitividad está fuertemente condicionada por una franja de precios bajos y altamente sensible a posibles variaciones, que se traducen directamente en caída de volúmenes, especialmente en la categoría de vinos a granel sin indicación de origen (donde se concentran la mayor parte de nuestras exportaciones).
Lo que no ha sido tan frecuente es que sean las variedades destinadas a la elaboración de Cava las que soporten esta gran tensión y de manera muy especial el que sea la entrada en escena de una gran multinacional como es Henkell con la compra de la mayor productora de este vino: Freixenet, la que ocasione este revuelo con la fijación de unos precios que suponen una clara ruptura con el equilibrio que mantenían cavistas y viticultores hasta ahora.
Aspirar a generar un mix de producto del vino español de valor y enfrentarnos a que una de las categorías de mayor precio sea agitada con una pérdida del 30% en el precio la uva con la que se elabora es una situación que, por legítima que sea, debería hacernos reflexionar sobre el modelo de viticultura que queremos para España y las aspiraciones que desde los grandes grupos empresariales tienen para nuestro sector y el papel que deben desempeñar en el mercado vitivinícola mundial.
El problema que tiene el Cava es que como no tiene una identidad gracias a la autorización de la producción de imitaciones de Champagne, se ha desprestigiado. Los consumidores lo pueden comprar a € 1,95!!!!
Lo cierto es que con costes de producción europeos y precios africanos de las uvas, no podemos vivir del sector. Se hunde muere el sector y con él nosotros. Alguien se queda con parte de nuestro esfuerzo.