Medir la salud de un sector es siempre complicado y requiere de valores de referencia que te permitan tener una visión lo más objetiva posible de la situación. Al margen de otras apreciaciones subjetivas relacionadas con aspectos como la calidad o valoración del producto, que requieren de estudios sociológicos complicados y no siempre coincidentes.
Centrándonos solo en esos primeros parámetros cuantificables y de los que tendrán ocasión de disponer en una completa gama en nuestro próximo Extraordinario de Estadísticas, podríamos concluir que el sector vitivinícola español goza de una buena salud y disfruta de unas extraordinarias perspectivas.
Lo sucedido con los precios de las uvas en la pasada vendimia; la correlación que esa subida tuvo en los mercados tanto de mostos y derivados como vinos; el aumento de las exportaciones en volumen y valor aumentando de manera considerable el precio medio; la solicitud de nuevas plantaciones (especialmente las que han realizado los jóvenes agricultores); la tasa de cumplimiento de los programas de apoyo; el crecimiento de la superficie de viñedo ecológico…, con la mácula de los datos de consumo. Son cifras que reflejan las grandes posibilidades de este sector.
Pero es que, además, en el terreno de lo intangible, podemos concluir que los éxitos de nuestros vinos en los concursos internacionales, el aumento de los vinos de mayor valor en las exportaciones, el incremento de los precios en los establecimientos españoles de los vinos, el aumento de referencias en las grandes cadenas de distribución; la misma compra por grupos inversores de cavas emblemáticas, pero también de pequeñas bodegas que no son noticias (pero que no por ello resultan menos importantes)… evidencian grandes posibilidades que en un periodo más o menos corto de tiempo deberían tener su reflejo en el valor de nuestros productos.
La globalización de la economía, camino sin retorno por más que algunas grandes potencias mundiales se empeñen en poderle freno, es una realidad que nos favorece, que nos da la oportunidad de hacer grandes cosas y que nos llevará de manera irremediable a mejorar la imagen de nuestros vinos y elevar su precio.
Aunque este camino no esté exento de baches y pequeñas curvas que nos puedan hacer pensar que lo truncamos. La próxima vendimia y los precios de sus uvas y productos pueden ser uno de esos momentos que nos hagan cuestionarnos si nuestras previsiones no habrán sido más que un bonito sueño de verano. Las grandes cadenas de distribución ya empiezan a cuestionar subidas todavía pendientes e incluso se atreven a demandar bajadas en los precios. Las producciones de nuestros principales compradores harán menos necesarias sus compras. Pero ni una cosa, ni otra, justificarán retroceder todo lo conseguido, cuestionándonos sobre el gran futuro que tenemos por delante.
Mientras dentro de una misma Denominación de Origen se encuentren vinos originales vinos afrancesados, las Denominaciones de origen españolas no tendrán prestigio y España será el sinónimo de vino barato