Cada cinco años, el Instituto Nacional de Estadística (INE) revisa a fondo los bienes y servicios que componen la cesta de la compra, así como su ponderación a la hora de calcular el Índice de Precios al Consumo (IPC). Pues bien, el dato que acabamos de conocer, correspondiente al mes de enero 2017, ya no contempla al brandy entre sus productos, y sí las cápsulas de café en monodosis, los juegos de azar o incluso la música y video online…
¿Es muy importante esto para el sector del brandy? Pues no. Parece bastante claro que el hecho de que esta bebida espirituosa, cuyo origen se encuentra en el vino, ya no forme parte del cálculo de la cesta de la compra no va a afectar para nada en su consumo per cápita, ni en precio. Pero sí pone de manifiesto lo que ya todos sabemos, y es que el consumo de brandy en España ha caído de manera estrepitosa. Y eso sí es preocupante.
Primero por lo que supone de pérdida de colocación de la producción vínica, pues a este sector de destilación llegamos a destinar más del doble del que lo hacemos en la actualidad. Segundo, porque al contrario de lo que ha sucedido con otras bebidas espirituosas que han sabido hacerse un hueco, ¡y qué hueco en el caso de algunas como la ginebra o el ron!, el brandy ha mantenido la imagen de “bebida de viejos”, que muchos jóvenes hacen extensiva a todas las bebidas de origen vínico. Y eso no es que sea preocupante, es que es fundamental cambiarlo si queremos recuperar una pequeña parte del consumo que nos hemos dejado en el último medio siglo.
“No se ganó Zamora en una hora” y eso lo saben bien las gentes del vino; pero tampoco se solucionan las cosas solas. Hay que luchar por ellas, diseñar una estrategia y elaborar un plan para alcanzar los objetivos fijados. Pero eso es algo que en este sector, a pesar de que se ha evolucionado mucho en los últimos años, no acaba de calar.
Recientemente denunciábamos que si queremos luchar contra el alcoholismo de fin de semana de nuestros jóvenes y atajar correctamente ese grave problema, había que hacerlo con iniciativas que fueran dirigidas a la formación y educación. Que la prohibición y coacción no hacen sino despertar ese lado rebelde de la adolescencia. Algunos centros educativos llevan tiempo entendiéndolo así, y aun así desde el sector no se les ha prestado mucha atención.
Y yo me pregunto ¿es que no creen que la recuperación del consumo de vino debe ir ligada, inexorablemente, al conocimiento; o es que, sencillamente, no les preocupa?