Lentamente. Este sería el adjetivo que mejor definiría la evolución de la vendimia 2016. Y es que la excelente calidad del fruto que le ha proporcionado un estado sanitario espectacular se está viendo un tanto trastocada por una maduración lenta y pesada.
Ya no es un problema de que volvamos a fechas en las que, no hace muchos años, eran habituales ver los remolques transitar por las carreteras, o que el Pilar suponga el inicio de la vendimia en muchas localidades de la Ribera del Duero y del Ebro, es que incluso en estas zonas, las bodegas se están viendo obligadas a planificar la vendimia con varias pasadas ante lo irregular que se presenta un mismo viñedo.
Es una vendimia, que como bien decía un buen amigo experto viticultor, serviría perfectamente para levantar un mapa con un perfecto detalle de cada una de las parcelas, que nos permitiría conocer dónde sí y dónde no debería estar el viñedo plantado.
La parcelación, que tanta polémica ha creado en estos últimos meses en alguna denominación de origen, está poniéndose en evidencia de manera incontestable este año. Y aunque aún es muy pronto para aventurar si esta diferenciación tendrá su reflejo en los vinos, todo hace indicar que sí, que también en el destino al que irán a parar estas uvas marcará la diferencia entre aquellas parcelas dignas de los mejores productos y aquellas que deberán formar parte de las grandes producciones.
También en los precios a los que se están comprando las uvas se está poniendo de manifiesto esta diferencia, con oscilaciones que pueden a superar fácilmente los treinta céntimos de euros por kilo. Y eso, a pesar de que prácticamente en todas las regiones vitícolas españolas se ha operado con precios entre un diez y un veinte por ciento por encima de los del pasado año.