Decir que la sociedad ha cambiado y que todos debemos adaptarnos, modificando hábitos de consumo, productos, frecuencias, presentaciones, representatividad en nuestra cesta de la compra, etc., puede resultar muy obvio. Tanto como innecesario. Ver lo que sucede con el consumo de vino, las presentaciones, oferta de productos, tamaños, precios, mensajes,… nos podría hacer pensar que esas reflexiones no son tan obvias.
La mayoría de los viticultores y bodegueros no han dedicado ni cinco minutos a analizar algunos de estos aspectos. Los que lo han hecho han llegado a la conclusión de que son problemas que exceden sus competencias y que deben ser “otros” los que los solucionen. Y solo unos pocos han tomado medidas y establecido planes de negocio diferentes a los que venían aplicando.
Para acabar de arreglarlo, los que antes solucionaban los problemas, los que buscaban la forma de recuperar los precios que el mercado había hundido con la aplicación de medidas de intervención, carentes de herramientas con las que hacerlo, no están dispuestos a perder un puñado de votos, en un país que está constantemente en procesos electores.
Y para tener la fiesta completa, alimenta este inmovilismo una sincera creencia de que lo que sucede con los consumidores no tiene nada que ver con un sector que solo ha hecho que invertir, e invertir, modernizando sus instalaciones, reestructurando sus viñedos y dedicando millones de euros a abrir nuevos mercados con resultados poco alentadores. Que el problema no es exclusivamente del sector del vino y que desde este no se ha hecho más que gastar es un problema que no les corresponde a ellos solucionar.
Y algo de razón deben tener pues, sin duda, nos enfrentamos a un problema multidisciplinar, donde hay cuestiones de índole social, demográfica, política, cultural y/o económica que exceden en mucho la capacidad de un minúsculo sector vitivinícola.
Pero nada de todo esto justifica nuestro inmovilismo. Una ignorancia que roza la ofensa hacia un consumidor nacional al que se ha menospreciado, y al que, solo cuando otros canales como el de la restauración y hostelería se han hundido, se le ha dirigido la mirada, con la celebración de actividades, antaño dirigidas exclusivamente a profesionales.
Aun así, no es tarde. Los españoles olvidamos fácilmente. Nos conformamos con un poco de atención. Solo sería recomendable que de todo esto tomáramos buena nota, y si cada bodega, denominación de origen o comunidad autónoma debe definir sus propias estrategias, mercados y consumidores objetivo; al menos sería deseable que todos mantuviésemos un mensaje común, que permitiera percibir al consumidor ese mensaje claro, nítido, inequívoco, que le llevara a un mundo del vino distinto de aquel que mantiene o del que carece.
Me parece necesaria la reflexión que propones.
Las bodegas como otras empresas están sujetas al día a dia, pero la reflexión estratégica a medio y largo plazo les es necesaria.
Vicios de comportamiento, rutina, errores en la comunicación, en los precios, … se suman para llevar a situaciones difíciles para la supervivencia de las empresas.