Aunque los inicios estuvieron marcados por grandes incertidumbres, muchos recelos y algunos conflictos; las vendimias 2015 se han desarrollado dentro de una normalidad digna de ser destacada.
La entrada en vigor de los contratos obligatorios y el plazo de pago de 30 días supusieron un gran escollo para un sector que no estaba acostumbrado a estos mecanismos. Que todos los viticultores debieran tener sus contratos con un precio fijado y un plazo de cobro establecido, por más extraño que pudiera parecer, no era lo más habitual en el sector. Y aunque, no sin alguna tensión al inicio de la campaña con las organizaciones sindicales advirtiendo que estarían vigilantes en el cumplimiento de la norma y una AICA que estaba a su lado anunciando controles que garantizasen la existencia de esos contratos; podría decirse que el problema no ha ido más allá de la adaptación lógica a una nueva forma de proceder, y el cumplimiento muy generalizado.
Circunstancia que junto con unas primeras previsiones de volúmenes más que considerables de cosecha, hicieron temer que los precios de las uvas se derrumbasen y que una campaña más nos encontráramos con manifestaciones a las puertas de las bodegas protestando por precios indignos que no llegaban siquiera a cubrir los costes de producción. Manifestaciones y huelgas que así ocurrieron en Valdepeñas y que supusieron la paralización de la vendimia durante unos días. Por otra parte, interrupción que también tuvieron que efectuar en algunas otras zonas españolas, aunque esta vez por motivos bien diferentes y es que la uva no acababa de madurar como se esperaba y era necesario darle algo más de tiempo.
No sin alguna escaramuza y declaraciones cruzadas que anunciaban subidas por encima del 20 por ciento en el precio de las uvas, y otras que concretaban que tales incrementos eran solo para variedades minoritarias y nunca representativas de un sector cuyas producciones apenas tendrían incrementos del diez por ciento, las vendimias fueron haciéndose realidad y la recepción del fruto en las bodegas siendo motivo de satisfacción para unos técnicos que contemplaban una uva extraordinariamente sana y madura.
También el tiempo acompañó este desarrollo paulatino ya que salvo algunas ligeras lluvias en momentos muy concretos que no supusieron más allá de uno o dos días de paralización, las uvas fueron llegando sin agobios a unas bodegas sobradamente diseñadas para asumir estas cantidades sin ningún problema.
Claro que ante lo que se vaticinaba como una gran cosecha, los fuertes calores estivales, fueron haciendo mella en el desarrollo del fruto, impidiéndole crecer como era de esperar y dejándolo con un tamaño y un rendimiento algo más pequeño del que sería propio de la variedad y zona de producción, favoreciendo esa siempre buscada alta relación pulpa/hollejo.
Bajo estos grandes parámetros las uvas fueron transformándose en mosto con un adelanto que podría establecerse entre los cinco y diez días con respecto al pasado año, pero cuyas consecuencias no fueron más allá de esta circunstancia temporal.
Y aunque a continuación tendrán más detalle de lo sucedido en cada una de las regiones vitivinícolas españolas, los términos generales de esta campaña podrían resumirse en un fruto extraordinariamente sano, más pequeño de lo habitual y con una maduración adecuada. Por el que se han pagado precios que en ningún caso han sido inferiores a los de la campaña pasada, y en algunos casos incluso con aumentos que han llegado al treinta por ciento; aunque lo más frecuente han sido alzas de apenas del diez por ciento. Porcentaje que prácticamente coincide con la pérdida de cosecha, ya que la horquilla en la que se comprenden las estimaciones, y a diferencia de lo que ha sucedido otros años y que resulta digno de ser resaltado, está entre los cuarenta y los cuarenta y dos millones de hectolitros. O lo que es lo mismo, comprándolo con lo producido el año anterior, entre un diez y un cinco por ciento menos.
Porcentajes que se asemejan mucho a los que afectarán a las cosechas de nuestros principales compradores, ya que Francia estima una cosecha muy similar, Portugal considera que tendrá sobre un ocho por ciento más de cosecha e Italia eleva ese crecimiento hasta poco más del once por ciento. Volúmenes que deben permitir disfrutar de una campaña tranquila en cuanto a precios y exportaciones. Aunque para saber si será así, lo primero que habrá que hacer es confiar en que las pretensiones de nuestras bodegas no crezcan mucho y volvamos a una situación similar a la que tuvimos en el 2013 cuando, como consecuencia de un aumento en el valor del ocho ciento supuso la pérdida de un diez por ciento en el volumen.