Que la Unión Europea hace agua por todas partes resulta evidente a poco que reflexionemos sobre cómo está resolviendo la crisis de los refugiados, cómo ha actuado con la crisis financiera, o los privilegios que está dispuesta a conceder a los países que considera de primera. Incluso tirar un poco de hemeroteca bastaría para comprobar que los mismos problemas que nos llevan a analizar este asunto desde una publicación como esta, especializada en el sector vitivinícola, vienen repitiéndose desde nuestra misma entrada en esta especie de club que tantas ventajas presenta, pero que está a años luz de conseguir ser una verdadera Unión Europea, donde impere el principio de libertad de circulación de personas y mercancías.
Pasando por alto que los únicos responsables de las barbaries que se cometen son los que las realizan y que no podemos, ni debemos, responsabilizar a las autoridades de las atrocidades cometidas por unos pocos energúmenos (de los que no nos libramos nadie). La vuelta a los ataques a las cisternas cargadas con vino procedente de España y el derrame de su mercancía nos devuelven a tiempos que creíamos superados y ponen de manifiesto que el hecho de ser el primer país suministrador de vino al país galo tiene algunos inconvenientes, especialmente económicos. Venderles 6,51 millones de hectolitros como hicimos en 2015 no parece que haya sido ningún problema, y mucho menos los que les enviamos con D.O.P. (2,2%), Envasados (5,26%), espumosos (3,28%) u otros vinos (12,12%) a unos precios de 2,2 €/litro, 0,73 €/l, 1,25 €/l y 0,66 €/l respectivamente. Todos ellos a años luz de los precios a los que venden los suyos, pero con escasa relevancia.
El problema está en los vinos a granel sin D.O.P., que en 2015 fueron el 77,13% (502.142.743 litros) de lo que les vendimos y a un precio medio de 0,32 euros litro. Claro que cuando el mercado interior es fluido y la producción propia va encontrando acomodo a precios que se sitúan, en esta categoría de vino, entre los 80 y los 90 euros hectolitro, no hay problema. Lo que sí sucede cuando, como en estos momentos en el que los precios están en el entorno de los 70 €/hl., no consiguen venderlos porque las bodegas embotelladoras o comercializadoras están abasteciéndose de vinos español a unos precios similares a los de año pasado.
El caso es que nada de todo esto es nuevo, los precios no son tan diferentes de los que se operaba hace unos meses, los volúmenes tan diferentes, ni los compradores otros que no lo hicieran ya. El “único” problema está en que antes los viticultores mantenían los precios más altos porque había mercado, y ahora el escaso movimiento comercial les está obligando a bajar sus cotizaciones hasta los 70-75 euros hectolitro y aun así les está costando vender.